viernes, 2 de mayo de 2008

Interruptum II

Casi una mueca estúpida, indescifrable. ¿Qué significaba esa sonrisa condescendiente, los ojos entornados, los dientes a medio mostrarse en la boca entreabierta?. La mano en el hombro... ¿Es necesario?. Responde con el mismo gesto indulgente. La perra casualidad en la fresca tarde de abril. Hojas amarillas y marrones; el recuerdo del supermercado aquella semana santa. Un escalofrío.
Cruza los brazos. La languidez. Uno nunca está del todo preparado para los reencuentros. Qué importancia hubiera tenido ahora, antes. Hace cinco minutos él era la misma persona que sería dentro de ocho semanas (al menos) y tampoco hubiese estado preparado entonces. Quizás sí con el pelo corto. Bah, a quién engañaba, lo más probable es que hubiese seguido creciendo.
Ella habla. Insoportablemente. Habla insoportablemente y asiente a sus monosílabos con entusiasmo. Sigue sonriendo. Él sólo refleja pálidamente su gesto pero mira mucho al piso y a los costados. Mientras, se pregunta la razón por la que pasó tanto tiempo con ella, qué le vio en primer lugar y por qué dejó que lo dejara y no sólo eso, sino que se reprochaba que lo hubiese abandonado recién cuando a él le resultaba imposible la vida sin ella. Los meses posteriores, la piltrafa. El reacomodamiento. Justo, justo cuando dejaba ir a su fantasma se la cruzaba en persona. Y la bilis verde que se le apelotonaba en la garganta haciéndole gárgaras que además le resultaban espesas y repugnantes.
Te veo bien
Sí...
¿Estás trabajando?
La carpeta negra casi se le resbala en un estúpido intento por mostrarla para no tener que articular una vez más el "sí" lastimoso. Carpeta llena de mensajes crípticos y rebordes subrayados, de márgenes con citas suicidas e intentos de homicidio. El despecho y la pluma en su cita diaria en el break de las 12.00.
La ve alejarse por el puesto de diarios y revistas que antes no significaba nada y ahora lo detesta sólo por ser el primer mojón de su humillación. Lugar excecrable por el cual, sin lugar a dudas, pasaría todos los días para recordar la imbecilidad de aquella a la que le había dedicado tantos dolores e insomnios durante tanto tiempo y que al fin lograba desmitificar y bajar a la Tierra. Se sintió hasta estúpido de haberse enamorado de alguien tan inferior a él, tan banal y tan común, casi ordinaria. Pasaría diariamente, en efecto, para regodearse en su victoria; pasaría para mofarse de su dolor y sobre todo... pasaría para cruzarla de nuevo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ves q paso?
Bilis gorda, BBBilis
ahhhh me siento realizada...