jueves, 2 de abril de 2015

Rodrigo

Rodrigo es el argentino tipo. Y por tipo, me refiero a "típico". Y por "típico" me refiero a que hace todo lo que se espera de un hombre inmerso en la cultura argentina. Esa es la clase de persona que es, con todo lo que eso conlleva. Rodrigo come asado los domingos. Rodrigo es de Boca y a veces va a la cancha a ver jugar al equipo local. Rodrigo come milanesas al menos dos veces por semana, porque si no tiene carne en el plato, a Rodrigo le parece que no almorzó.
Rodrigo es joven, veintitantos, nieto y bisnieto de inmigrantes italianos, españoles y con una bisabuela mapuche "pero es la única", como dice cuando explica los apellidos de su familia. Es de clase media y vive en la provincia de Buenos Aires. A Rodrigo le encanta el mate y lo toma todo el día, de todas las maneras posibles (dulce, amargo, tereré). Ama los alfajores con dulce de leche y prefiere la Quilmes a cualquier otra, aunque "aguante el Fernet", que, por supuesto, lo toma con Coca.
Rodrigo, los fines de semana sale, visita a sus amigos, tiene una noviecita, pero "nada serio". Rodrigo es de los que cuentan chistes machistas, pero "sólo en chiste, no te enojes". Rodrigo trabaja toda la semana, tiene un trabajo que "está bien" o "zafa" o "es una cagada" o "acá me explotan" de acuerdo al día y al humor de su jefe. Pero la verdad es que trabaja de lunes a viernes 8 horas, sábado medio día, gana bastante bien para tener un autito "usado que se la re banca" al cual ploteó con unos dibujos bien varoniles, es decir "una mina en pelotas, pero que no se vea, que sea como la sombra" "la silueta?" preguntó el que le vendía el sticker "sí, sí, vos sabés cómo es". Y, de paso, también le sirve como excusa (el trabajo) para irse de la casa unas horas (porque vive con sus padres todavía) y conocer otra gente. Está cómodo, Rodrigo no es un empleado modelo y siempre que puede sacar ventaja de la compañía o de algún compañero, lo hace.
Rodrigo tuvo una educación completa, hasta fue a la universidad estatal, que en Argentina es gratis y tiene buen nivel. Pero como no podía seguir el ritmo y el trabajo intelectual pesado no era para él, dejó para "ganarse el pan". Por supuesto que Rodrigo se gana el pan sobradamente, pero no quiere irse de la casa y alquilar un departamento porque está cómodo.
Es así la vida de Rodrigo, bien típicamente argentina. Se pone la camiseta en el mundial y el 2 de abril comparte fotitos de Malvinas en las redes sociales. Sin embargo, como todo buen argentino, él también participa en el deporte nacional ¿Fútbol? ¿Carreras? ¿Truco? ¿Pato? No, quejarse del gobierno y del país y de los otros argentinos que son unos "tránfugas", "corruptos", "vagos", "aprovechados del Estado", "vampiros de los argentinos trabajadores" (esa la parafraseé yo, por supuesto que Rodrigo no se expresa en esos términos). De hecho, Rodrigo está indignado. Rodrigo se cansó y se buscó un trabajo en España. Dejó su trabajo en el que estaba cómodo y se tomó un avión. Ahora está en una ciudad ibérica. Y Rodrigo trabaja como sudaca, como lo que es y todos se lo dicen, directa o indirectamente, pero él piensa que es en chiste. Apenas tiene tiempo para llegar a la casa y acostarse a dormir, que ya se tiene que levantar de vuelta y cocinarse algo para comer. Casi no tiene acceso a la yerba, ni a la carne. Pero Rodrigo no extraña. Así, flaco y cansado, anda en subte de un lado a otro, con el celular en la mano, mirando el Facebook y leyendo los estados de sus amigos, que son todos como él. Y piensa "qué bueno que me vine acá" o "yo sí que estoy parado" o "estos giles allá y yo acá". Se ríe un poco y se baja para el trabajo, quizás con tristeza, quizás con nostalgia, quizás con resignación. Quién sabe qué siente... Rodrigo se dice a sí mismo que lo pasa de diez en un país que "sí funciona".