jueves, 4 de enero de 2024

Dejé de escribir

 Sobre finales de 2023, el profesor del Taller de Escritura Creativa nos trajo el siguiente texto de Lorrie Moore llamado "Cómo convertirse en escritora" ( https://bibliotecaignoria.blogspot.com/2019/12/lorrie-moore-como-convertirse-en.html?m=1)  y nos pidió reversionarlo. Con mucha tristeza noté cómo mis hábitos de escritura se esfumaron durante mi vida adulta y quedó como un sueño muerto y enterrado, demasiado idealista e ingenuo. Me pregunté si mi trabajo me daba felicidad, me respondí que sí... pero que igual me sentía vacía. Me di cuenta del tiempo que se me había ido, distraída en otra cosa. Las circunstancias que me llevaron a ordenar mi vida de otra manera y a retomar la escritura también son hijas de ese proceso, así que no reniego. Basta sentarse a escribir y dejar de lamentarse por lo que podría haber sido.

De ese texto salió otro que nunca terminé, pero sí escribí la siguiente poesía que me parece muy pertinente e íntimamente relacionada con el primero. Demás está decir que todo este proceso está surgiendo gracias al acompañamiento de mi profe Nicolás Guglielmetti y mis compañeros de taller. Sin mencionar el apoyo de mi pareja, quien siempre creyó y cree en mí.


Dejé de escribir

Dejé de escribir por vergüenza,

porque no me gustaba lo que escribía,

porque no tenía tiempo,

porque no daba plata,

porque no era buena,

por el esnobismo de creer que solamente Borges escribía,

porque me hicieron creer que no podía,

porque me hicieron creer que no valía.

 

Dejé de escribir por pereza,

por cobardía,

porque se me extraviaron las ideas,

porque me olvidé de jugar con las palabras,

porque me olvidé de jugar,

porque me olvidé.

 

Dejé de escribir por cansancio,

por desilusión,

por conveniencia,

por comodidad,

por incomodidad.

 

Dejé de escribir por infelicidad,

por presión social,

por impotencia,

porque no es un bien de intercambio,

porque estaba sola,

porque me perdí y no me podía encontrar.

 

Empecé a escribir por desvergonzada,

porque no me gustaba lo que escribía,

porque no tenía tiempo,

porque no daba plata,

porque no era buena,

contra el patético clasismo academicista

y porque dejó de importarme si podía.

 

Empecé a escribir por la pereza de seguir haciendo siempre otra cosa,

por el miedo de morirme antes de escribir mis últimas palabras,

para no dejar huérfanas tantas historias,

para volver a ser una niña.

 

Empecé a escribir por cansancio,

por desilusión,

por conveniencia,

por comodidad,

por incomodidad.

 

Empecé a escribir por infelicidad,

ante la indiferencia social,

por impotencia,

porque no es un bien de intercambio,

porque ya no estaba sola,

porque me perdí y me volví a encontrar en el proceso.

 

Empecé a escribir para dejar de esperar,

empecé a escribir como cualquier trabajo.

Escribir y ser exitoso sin la artesanía de la palabra

es querer vivir de rentas, es ser burgués.

O ser terriblemente ingenuo,

o también, algo pelotudo.

 

Escribo para hacerle frente al sistema,

escribo porque ante la crisis de lo material,

la última resistencia

está en las ideas.