viernes, 25 de abril de 2014

Conversaciones I

-Hoy tuve que hacer algo que no me hizo sentir bien.
-¿Qué hiciste?
-Rechacé una oportunidad.
-¿Y por qué lo hiciste?
-Por varias razones, personales, la mayoría. Aceptarla hubiera implicado un gran esfuerzo mental y anímico, sin contar que mis prioridades están en otro lado en este momento. A ver, cómo te explico. Volvía caminando, pensando y sintiéndome mal: ¡por qué la rechacé! ¡por qué la rechacé! Y cuando me dije que todavía podía arrepentirme... ¡también me sentí mal! ¡pésimo! La perspectiva de probar y fallar o no fallar o siquiera  hacer el intento me abrumaba. Cualquiera de las dos cosas era horrible: aceptar o rechazar. Estoy muy frustrada. Seguro que alguien se sintió así en algún momento de su vida.
-Y sí, seguro.
-Así que busqué una palabra para esto, porque seguramente tiene definición; alguien se debe haber tomado la molestia de crear un concepto para definir esto.
-¿Y?
-No, che. No la encontré. Me salta "paradoja" a la cabeza, pero de cierto modo, me parece que es una palabra demasiado general. Peor, más frustración todavía. Estoy segura de que los alemanes tienen la palabra justa...
-Sí, y clavado que termina con "keit".
-Sí, puede ser.