martes, 9 de enero de 2018

La noche de verano

Era una noche rara, pero de verano. Hacía mucho calor todavía, unos 29°, pero aún  así tenía abierto en la esperanza de que circulara algo de aire. Decidí ir a guardar el auto, eran las 10.30. Salí y no había nadie, ni un alma. Eso era raro. Algunas luces prendidas en las casas, pero ninguna sombra. Tampoco habían autos estacionados en la cuadra, lo que me pareció extremadamente insólito. A lo lejos se escuchaban ruidos de motores, apagados y erráticos. Tenía una sensación de languidez, probablemente sentía lo mismo que Juan Salvo caminando bajo la nieve mortal. Excepto que no había nieve y que nadie estaba muerto por una invasión alienígena. Las calles estaban extrañamente descongestionadas, los semáforos rítmicamente en verde. Unos pocos autos circulaban aunque pareciera que los guiaban autómatas. Los bares y cervecerías, vacíos, pero con las luces prendidas, como si el apocalipsis hubiera sorprendido a todos sin tiempo de oprimir los interruptores.
Con tanta tranquilidad, maniobré tranquila hacia el portón, abrí e ingresé en la extensa cochera que se interna hasta mitad de cuadra. Los sonidos de la urbe, a estas alturas, probablemente se redujeran a mi radio con música preseleccionada por mí... "sun in the sky, sun in the sky, you know how I feel". Apago el motor y la radio. Bajo del auto y cierro. Dos pasos después, en medio del más profundo silencio, escucho unos golpes desesperados en el portón. "Al fin" pensé "no es que se desatara el apocalipsis después de todo". Sin embargo, llego a la calle y, otra vez, no había nadie.
Caminé hasta mi casa, una lámpara en la esquina titilaba. No había sirenas a lo lejos, zumbidos de aviones, helicópteros... apenas unos rumores apagados. Ni siquiera los grillos. En la segunda esquina, un auto detenido con balizas, tan deshabitado como los demás que vi.
Llegué y ni siquiera pensé en cerrar la puerta con llave. Cada vez hay más silencio mientras escribo en este blog y recuerdo esa frase (parafraseada) de no sé quien que el fin de la humanidad no va a ser con un grito, sino con un gemido.
¿Qué puedo hacer?
Esperar y apretar el botón de "publicar". Quizás esto sea lo último que escriba. No tengo miedo. Les dejo este testimonio, por si sirve de algo.