jueves, 11 de septiembre de 2014

Ardió

Amémonos, mi amada, y besémonos. Esta noche abandonaron su campamento los altivos aqueos, dejando la guerra para los dioses y los extranjeros. Dame cien besos y otros cien y otros seiscientos, tantos como hombres murieron en estos diez años de sitio. No, mejor ¡dame todos los besos! Mil por cada hombre, mujer y niño, por cada extranjero y amigo, por cada vez que alguien dijo "¡Por Hércules!". Aprovechemos esta noche, mi delicia, ya que no hay más muerte que pueda opacar el dolor de nuestros cuerpos entrelazados en el abrazo infinito. Ardamos en las murallas, bajo los soles nocturnos, consumámonos en todos los rincones de la ciudad, bajo los soles nocturnos. 

Amémonos, mi amado, y besémonos. Muchos ejércitos asediaron nuestras puertas y cayeron pero ninguno como los aqueos. Esta noche es eterna porque regresan al mar que una vez, hace diez años los escupiera. Confundámonos una vez más, mezclemos nuestros besos, nuestros ojos, nuestros cabellos. Fundámonos en las murallas, en la tierra y maldigamos, mi amor, a los hados que nos pusieron  por delante otros fuegos, otras murallas. Antes que el sol nocturno se desvanezca, antes que el sol nocturno nos consuma.

viernes, 25 de abril de 2014

Conversaciones I

-Hoy tuve que hacer algo que no me hizo sentir bien.
-¿Qué hiciste?
-Rechacé una oportunidad.
-¿Y por qué lo hiciste?
-Por varias razones, personales, la mayoría. Aceptarla hubiera implicado un gran esfuerzo mental y anímico, sin contar que mis prioridades están en otro lado en este momento. A ver, cómo te explico. Volvía caminando, pensando y sintiéndome mal: ¡por qué la rechacé! ¡por qué la rechacé! Y cuando me dije que todavía podía arrepentirme... ¡también me sentí mal! ¡pésimo! La perspectiva de probar y fallar o no fallar o siquiera  hacer el intento me abrumaba. Cualquiera de las dos cosas era horrible: aceptar o rechazar. Estoy muy frustrada. Seguro que alguien se sintió así en algún momento de su vida.
-Y sí, seguro.
-Así que busqué una palabra para esto, porque seguramente tiene definición; alguien se debe haber tomado la molestia de crear un concepto para definir esto.
-¿Y?
-No, che. No la encontré. Me salta "paradoja" a la cabeza, pero de cierto modo, me parece que es una palabra demasiado general. Peor, más frustración todavía. Estoy segura de que los alemanes tienen la palabra justa...
-Sí, y clavado que termina con "keit".
-Sí, puede ser.

sábado, 15 de marzo de 2014

Puto el que lee

Al término de la lectura del prólogo a la segunda edición de El jardín de Príapo (The Garden of Priapus) de Amy Richlin, una serie de cuestiones y fervores vuelven al ruedo en cuanto al tema del feminismo (al menos en mi cabeza, ya que el libro se publicó hace un tiempo bastante, diría), más aún, habiendo sido el día de la mujer hace tan poco.
Desgraciadamente, muchas veces me encuentro hablando con otras mujeres (amigas, conocidas o simplemente mujeres) y compruebo con honda tristeza que reproducen sin saberlo el estereotipo femenino que dicta la sociedad patriarcal en la que vivimos. Al principio intentaba hacerlas pensar pero luego fui dándome por vencida y eventualmente mi postura era hasta irónica y condescendiente. Llegué a desarrollar con el tiempo un verdadero rechazo por todas aquellas "huecas", "tontitas", "cómodas", "mantenidas" y hasta "putas", "regaladas", "trolas" y defenestrarlas en cada oportunidad que se me presentaba e incluso, gratuitamente ¿Qué era yo, entonces? ¿No pertenecía a esa "subclase humana"? ¿No tenía dos mamas, dos ovarios, un útero? La respuesta que dí en aquel momento fue masculinizarme a pesar de tener sobrados exponentes femeninos en los cuales basarme ¡Qué tristeza la de un género al que se le enseña a detestarse a sí mismo por su naturaleza! Yo me apreciaba, pero no apreciaba lo que hacían esas "otras" mujeres a pesar de que, como ellas, reproducía una ideología represora de manera activa.
El libro de Richlin es una lectura femenina/ista apasionada sobre los clásicos romanos en el que vincula el humor con la violencia y la figura violadora de Príapo. Uno de los últimos párrafos reza:

The issues in this book about humor are very serious. I wrote this book on campuses where gang rape and assaults on women are common occurrences. A friend of mine was raped and murdered the year after it was published. Cultures where rape is a joke are cultures that foster rape. We need to know our history and our present.

Los problemas en este libro sobre el humor son muy serios. Lo escribí en campus donde la violación en pandilla y los asaltos a mujeres son ocurrencias comunes. Una amiga mía fue violada y asesinada al año siguiente en que éste se publicó. Las culturas donde la violación es un chiste son culturas que la promueven. Necesitamos conocer nuestra historia y presente.

(trad. por cuenta de la casa)

El problema de género no es uno menor y Richlin relaciona este tipo de dominación con la de las minorías sexuales. No existe una sexualidad dicotómica, básicamente. El hecho de que las mujeres aboguemos con más frecuencia que los hombres las luchas por la igualdad sexual no nos hace débiles porque empatizamos con el homosexual. Contrariamente, somos fuertes porque apoyamos la causa del reprimido, porque sabemos como es estar bajo la sombra de un padre, de un hermano, de una pareja, de un jefe o colega masculino. El subyugado es el pasivo, es el maricón, el que lee, el AFEMINADO, el que está abajo, en definitiva. Mujeres y minorías (sexuales, raciales, sociales) compartimos ese lugar casi por igual. Por este motivo es cuando realmente mi corazón se estruja cada vez que escucho una mujer defenestrar al diferente... porque se defenestra a sí misma, defenestra a otro como ella. Y como no podemos vivir tristes... eventualmente ¡preferí vivir enojada y odiarlas! ¡Enojada conmigo, en definitiva!
A modo de cierre enumeraré algunas de las cosas que me ha tocado escuchar recientemente, con las que tengo que vivir pero no aceptar: "Como todas las mujeres, elige lo más caro", "Le pegaba el novio por eso se fue conmigo pero después me engañó, así que le pegaba con razón", "Todas son iguales". Lo triste de esto es que todo fue dicho estando yo presente, teniendo que asentir al "chiste" o falta de él. Por estas cosas es que la propia opinión de la mujer está tan devaluada (me incluyo) ¿Queremos igualdad? ¿que no exista más la violencia de género o doméstica o la trata de personas? Empecemos a modificar nuestras actitudes, señoras y señores, que hacer lenguaje también es hacer patria.