miércoles, 26 de octubre de 2016

Escobulástico

Viuamus, mea Lesbia, atque amemus, 
rumoresque senum seueriorum 
omnes unius aestimemus assis

dijo Catulo, hace como no sé cuánto tiempo.
Lo que en criollo sería más o menos: vivamos, mi Lesbia y amémonos, y dejemos que estos viejos chotos sigan hablando boludeces.
Una variación del "que la chupen y la sigan chupando".
(¿Quién versiona a quién?)
Porque a los viejos chotos ya se les olvidó lo que es ponerla,
lo que son los instintos, lo que es el amor, la pasión...
bueno, quizás, tachemos amor,
igual, qué más da: la cosa más natural del mundo.
Por ser sólo viejo choto, pero viejo, eh, esos viejos repugnantes de alma, que ya fueron viejos desde siempre y lo serán también por siempre.
Y no tienen nada que hacer
y barren sus vereditas a las 7 de la mañana,
todos los días.
Y por eso, también les molesta, que otros la pongan,
porque sólo tienen escobas y tiempo.
Esos viejos, son los que les pegan patadas a los perros
que están en la puerta esperando a la perra que está en celo,
adentro de su casa, guardada y custodiada como Rapunzell.
Y yo me pregunto, mientras escucho cómo uno de esos viejos
con sobrepeso persigue por la calle a un perro,
a las patadas,
sólo por estar tirado en la puerta, a la espera,
¿qué habría pensado Catulo? 
¿qué hago enseñando latín a las 8 de la mañana?
¿cómo se justifica la violencia?
La otra vieja conchuda, incogible, por supuesto: Sí, los perros desparraman toda la basura.
Y mientras seguía con los participios de presente, vuelvo a escuchar
el ruidito de la escoba,
el tarrito de agua para el perro derramándose, 
el golpecito en la puerta.