Sobre finales de 2023, el profesor del Taller de Escritura Creativa nos trajo el siguiente texto de Lorrie Moore llamado "Cómo convertirse en escritora" ( https://bibliotecaignoria.blogspot.com/2019/12/lorrie-moore-como-convertirse-en.html?m=1) y nos pidió reversionarlo. Con mucha tristeza noté cómo mis hábitos de escritura se esfumaron durante mi vida adulta y quedó como un sueño muerto y enterrado, demasiado idealista e ingenuo. Me pregunté si mi trabajo me daba felicidad, me respondí que sí... pero que igual me sentía vacía. Me di cuenta del tiempo que se me había ido, distraída en otra cosa. Las circunstancias que me llevaron a ordenar mi vida de otra manera y a retomar la escritura también son hijas de ese proceso, así que no reniego. Basta sentarse a escribir y dejar de lamentarse por lo que podría haber sido.
De ese texto salió otro que nunca terminé, pero sí escribí la siguiente poesía que me parece muy pertinente e íntimamente relacionada con el primero. Demás está decir que todo este proceso está surgiendo gracias al acompañamiento de mi profe Nicolás Guglielmetti y mis compañeros de taller. Sin mencionar el apoyo de mi pareja, quien siempre creyó y cree en mí.
Dejé de escribir
Dejé de escribir
por vergüenza,
porque no me
gustaba lo que escribía,
porque no tenía
tiempo,
porque no daba
plata,
porque no era
buena,
por el esnobismo
de creer que solamente Borges escribía,
porque me
hicieron creer que no podía,
porque me
hicieron creer que no valía.
Dejé de escribir
por pereza,
por cobardía,
porque se me
extraviaron las ideas,
porque me olvidé
de jugar con las palabras,
porque me olvidé
de jugar,
porque me olvidé.
Dejé de escribir
por cansancio,
por desilusión,
por conveniencia,
por comodidad,
por incomodidad.
Dejé de escribir
por infelicidad,
por presión
social,
por impotencia,
porque no es un
bien de intercambio,
porque estaba
sola,
porque me perdí y
no me podía encontrar.
Empecé a escribir
por desvergonzada,
porque no me
gustaba lo que escribía,
porque no tenía
tiempo,
porque no daba
plata,
porque no era
buena,
contra el
patético clasismo academicista
y porque dejó de
importarme si podía.
Empecé a escribir
por la pereza de seguir haciendo siempre otra cosa,
por el miedo de
morirme antes de escribir mis últimas palabras,
para no dejar huérfanas
tantas historias,
para volver a ser
una niña.
Empecé a escribir
por cansancio,
por desilusión,
por conveniencia,
por comodidad,
por incomodidad.
Empecé a escribir
por infelicidad,
ante la indiferencia
social,
por impotencia,
porque no es un
bien de intercambio,
porque ya no estaba
sola,
porque me perdí y
me volví a encontrar en el proceso.
Empecé a escribir
para dejar de esperar,
empecé a escribir
como cualquier trabajo.
Escribir y ser
exitoso sin la artesanía de la palabra
es querer vivir
de rentas, es ser burgués.
O ser
terriblemente ingenuo,
o también, algo
pelotudo.
Escribo para
hacerle frente al sistema,
escribo porque
ante la crisis de lo material,
la última
resistencia
está en las
ideas.