jueves, 11 de septiembre de 2014

Ardió

Amémonos, mi amada, y besémonos. Esta noche abandonaron su campamento los altivos aqueos, dejando la guerra para los dioses y los extranjeros. Dame cien besos y otros cien y otros seiscientos, tantos como hombres murieron en estos diez años de sitio. No, mejor ¡dame todos los besos! Mil por cada hombre, mujer y niño, por cada extranjero y amigo, por cada vez que alguien dijo "¡Por Hércules!". Aprovechemos esta noche, mi delicia, ya que no hay más muerte que pueda opacar el dolor de nuestros cuerpos entrelazados en el abrazo infinito. Ardamos en las murallas, bajo los soles nocturnos, consumámonos en todos los rincones de la ciudad, bajo los soles nocturnos. 

Amémonos, mi amado, y besémonos. Muchos ejércitos asediaron nuestras puertas y cayeron pero ninguno como los aqueos. Esta noche es eterna porque regresan al mar que una vez, hace diez años los escupiera. Confundámonos una vez más, mezclemos nuestros besos, nuestros ojos, nuestros cabellos. Fundámonos en las murallas, en la tierra y maldigamos, mi amor, a los hados que nos pusieron  por delante otros fuegos, otras murallas. Antes que el sol nocturno se desvanezca, antes que el sol nocturno nos consuma.