sábado, 8 de noviembre de 2008

La muerte debiera llegar en invierno...

Eros y Tánatos van siempre de la mano

No paniquees
Vos no entrés en pánico
¿Cuándo me ves en pánico a mí?
Todo el tiempo.
Caramba, si no estoy en pánico, estoy tranquila, me siento bien. Bien pero cansada. Bien pero triste. Bien, bien, tranquila. ¿Cómo estás? Bien, estoy bien, estoy tranquila... mmmm... ¿por qué estoy tranquila? No tengo motivos para estar tranquila, el agua me llega al cuello pero de alguna manera logré acostumbrarme. Me siento mal por estar bien. Tengo culpa por estar tranquila. Debería estar intranquila y sentirme mal, mal, muy mal, preocuparme mucho. Entro en pánico, sí, pero tranquila.
No quiero que cambies nada, me dijo, quiero que seas como sos, me dijo. ¿Por qué lo racionalizás todo? me dijo, deberías estar contenta, me dijo. ¿Qué es esto? me dijo ¿estás asustada? me dijo. Tengo miedo, les dije, tengo ganas de salir corriendo, les dije. La salida no es el escape, me dijo, uno no se corta una pierna porque no trote bien, me dijo. Tengo algo en la garganta, un nudo, les dije, no puedo hablar, las palabras no salen, les dije. Escapar es lo más fácil, supongo, que es, además, lo que siempre hago, supongo. Dejá de proyectar, me dijo, esta es una buena oportunidad, me dijo. Me fui tranquila, entré en pánico, pero tranquila.
Los días están demasiado lindos, no se debería pensar en la muerte en noviembre. El aire tiene olor a playa y no me imagino peor lugar para estar triste que frente al mar. La muerte debiera llegar siempre en invierno porque no puedo concebir esta ambigüedad de que haya tanto sol y, sin embargo, adentro esté tan oscuro. Estoy en pánico, sí, en pánico... pero tranquila.

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