viernes, 24 de octubre de 2008

Tedio

Ponerse de novio por aburrimiento.
Enseriarse por hastío.
Salir los domingos a tomar un helado
en medio de una atmósfera de conformismo.
Casarse porque es lo usual.
Concebir hijos por embole
y parirlos en medio de un gran bostezo.
Con indiferencia verlos crecer.
Crecer también por costumbre.
Envejecer y ver la partida de los hijos
entre siestas prolongadas.
Llegar a la silla mecedora y darse cuenta
de que la persona que está en frente es vacía
y mira con la misma mirada
imbécil con la que hace años hacía el amor.
Reconcentrar en ella la causa de todo nuestro tedio maldito.
Maldito tedio que elejimos nosotros
pero del cual no nos creemos culpables.
Morir para escapar de él
y en la nada a la que condenamos nuestros huesos
sin cielo -ya que el tedio acabó con él-
asistir a la lenta y paulatina descomposición
de nuestra carne putrefacta.

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