lunes, 25 de enero de 2010

¿Se puede saber dónde estás, cobarde? ¿Qué te creés, que no te reconocí? Andás como el amariconado que sos, revoloteando entre las polleras y las braguetas, metiendo el aguijón donde no debés y te encanta. No das nunca la cara ¿o sí? Siempre que te busco sólo veo tu rastro o siento tu aroma. ¡Qué afortunada fui el día que pesqué una pluma que se te había escapado! Plumas de gallina, eso tenés. Nunca se te ocurre mejor idea que venir a molestarme a mí, que yo nunca nada te hice . Bueno, supongo que no necesitás excusas, lo que hace de tus hechos algo verdaderamente deplorable. ¿Por qué te emperrás? Sólo te pedí un poco de tranquilidad e hiciste oídos sordos. Ahora, ahora ¿ves? ya no sé qué hacer. Me tenés acá, medio opa, alimentándome de soles acuosos y recuerdos mal disimulados; viviendo un laberinto hasta para ir al baño (incluso cuando estoy apurada). ¿Me querés decir qué mierda te pasa? ¿Podés dejar de esconderte por una puta vez en tu vida? ¿Querés hacerme dejar de pasar papelones?
Silencio, tal como lo esperé.
Dejá de reírte de mi humillación por detrás y retirate de una buena vez. Ni siquiera te me aparezcas en sueños... ¡porque te reviento!

No hay comentarios: