miércoles, 27 de octubre de 2010

Platonismo I

Tanto gentil e tanto onesta pare
la donna mia quand'ella altrui saluta,
ch'ogne lingua deven tremando muta,
e li occhi no l'ardiscon di guardare.

No me importa si no suena realista lo que pienso pero ante un aluvión de gente interesada en mí, toda gente que no debería estarlo, he decidido darle una chance al platonismo. Ante las llamadas fuera de un horario racionalmente normal y bajo los efectos del más barato alcohol, ante las insistencias desubicadas que te hacen tener que tratarlos mal porque no entienden las indirectas, ante los comentarios estúpidos y desubicados, he decidido, una vez más, darle una chance al platonismo. Porque ya no me conformo con lo que hay y lo que hay es completamente poco conformante para mí (bah, para cualquiera, supongo yo), he decidido que el platonismo, será una de las salidas más elegantes de mis crisis existenciales.
Y bien; los muchos que leen mis líneas me tildan de arrogante, infantil, inmadura... casi sin conocerme y quizás sin entender que esto es FICCIÓN basada en la realidad, pero ficción al fin. Mi yo de la escritura es menos deseable que mi yo de la realidad, lo admito, pero principalmente se debe a que no tiene trabas autoimpuestas... pero por sobre todo, porque no existe! Yo no existo, por lo tanto puedo decir lo que se me canta. Yo no existo, por lo tanto puedo quebrar mis propias barreras y restricciones. Yo no existo, por lo tanto puedo ser como quiera. Y creo que eso es maravilloso y a la vez terrible. Uno se asusta de las posibilidades y potencialidades también porque en su "no ser" hay una semilla de verdad que las transforma en un "puede ser". ¿Este "yo" ficticio me invadirá en la vida real y tomará anárquicamente el poder de mi persona? Asustaría a muchos, sin duda alguna.
Lo veo difícil. No es más que un pálido personaje que tiene su función determinada ante estas páginas por lo tanto no hay que temer; mi identidad está resguardada y a salvo bajo la coraza de la personalidad.
Pero vuelvo a mi propósito primero. Citaré aquí algunas frases que he oído en la vida real y las contestaciones que pudieron (o no) haber sido autoría de mi personaje ficticio que no existe.

¿Cuándo me vas a dar bola? NUNCA

Vos no sos cualquiera YA LO SÉ, PERO PARA TU PENE SIGO SIENDO UN AGUJERO

Las chicas de mi edad no me dan pelota NOOOOO ME PUEDO IMAGINAR POR QUÉEEEE SERÁ. ENTONCES TE PENSÁS QUE TE VOY A DAR PELOTA YO?

¿Qué hacías? INTENTABA DORMIR PEDAZO DE INFELIZ, NO TE DAS CUENTA QUE, A DIFERENCIA TUYA, TENGO UN ALQUILER QUE PAGAR, UNA CARRERA QUE TERMINAR Y UNA VIDA PARA VIVIR?

Me acerco y te alejás. ESO DEBERÍA DARTE UNA PAUTA DE QUE NO VOY A ESTAR CON VOS

Hace mucho que no te veo conectada :( PORQUE TE ELIMINÉ :) (gentileza de Luciana d.D.)

Hablame cuando te hablo por facebook OBLIGAME GORDO NABO

Ergo, lo más gratificante y altamente constructivo que encontré ante un panorama de gente tan pero tan pelotuda fue el platonismo. Sí, gente que en su reputísima vida me daría pelota es la que ahora me atrae, me interesa y me mueve, a pesar de que frente a ellos no puedo articular ni media palabra y me muestro huraña y reservada. ¡Sí! esa gente a la que seguramente le caigo narigona, fea, pesada y antipática... que debe ser, según mis ensoñaciones, la gente que vale la pena. Porque la realidad es tan asquerosamente real y contraria a mis intereses, he decidido que el platonismo será la respuesta a mis días solitarios y llenos de bichos que atraigo como radiador de auto.

martes, 26 de octubre de 2010

Odio, dolor, bronca, asco... cómo me estás cagando, la puta madre.

Vengo hace varios días pensando una entrada que no será esta porque esto es lo que me pasa ahora.
No puedo entender cómo podés ser tan cínico, tan cara dura, tan enfermo, tan irreversiblemente cerrado, ambivalentemente traicionero y todavía pensar de que sos EL re buen tipo. Debés ser una de las personas más estrechas de miras que he conocido en toda mi vida. Y vas por el mundo creyendo que me hacés el gran favor, que sos un groso total, que te las sabés todas. ¡Por favor! creo que hasta mi hermano la tiene más clara que vos. Porque es algo tan obvio, tan straight foward y tan blanco o negro; o sos un hijo de puta o sos una buena persona. Ahora el problema tuyo es que pensás que sos una buena persona y en eso disentimos rotundamente.
Y mientras sigas así, esperando que los chanchos aterricen, te cuento que podés seguirme haciendo todo lo que se te canta el forro del orto... por qué? porque obviamente podés. Pero quedate tranquilo, yo, por el contrario, no soy una hija de puta y tengo la altura necesaria como para no pagarte moneda por moneda todas las que me estás haciendo. Pero no todas las personas son como yo... al estar alejándome cada vez más te estás atrayendo a la mala calaña como con un imán. Y de eso no va a haber nada que te salve. Es tristísimo que la primera vez que te dieron por el orto no hayas aprendido... o quizás... te gustó?
En fin, seguí con tu tristísima existencia. Yo por mi parte puedo dormir de noche de lo más tranquila que eso es algo que no se compra con dinero.
El vaso se va a romper... y va a ser desagradable. Te lo advierto... porque soy buena persona.

lunes, 18 de octubre de 2010

Por Athena!


Cuando surgió la idea de hacernos el disfraz en conjunto de los Caballeros del Zodíaco nunca paramos demasiado en los cómos ni los porqués (aunque los cómos después se nos hicieron un insoportable dolor de cabeza). Hoy lunes, a 24hs después de la fiesta, sigo pensando en ciertas cosas que me llamaron la atención a lo largo del día a medida que iba pensando y repensando ciertos aspectos de la fiesta Bahía Bizarren.
Principalmente destaco que no fui la mujer más feliz cuando a Luciana se le ocurrió la idea y fue secundada por el entusiasmo de Román. Enseguida se me pasó por la cabeza la limitación en el tiempo, el escaso presupuesto y mi terca inhabilidad para pegar un botón. A pesar de eso, accedí con cierta reserva. Faltaban dos semanas.
Al paso del tiempo y al agotamiento físico, mental y monetario mi humor se tornaba progresivamente más agrio hasta el punto de llegar a considerar la idea de no ir disfrazada o de no ir siquiera a la fiesta y perder la plata también de la entrada. Tal mi malhumor, tal estaba quedando mi disfraz; desprolijo, apurado y falto de imaginación. Al momento de ver el disfraz de mis compañeros paladines, debo admitir que me sentí incluso mucho más fustrada porque realmente todos lograron magia convirtiéndome en el patito feo del grupo. No ayudó tampoco que el pelo se resistiera al color verde a pesar de la insistencia.
De repente, en un punto de la noche, me olvidé por completo de todas mis limitaciones. Me puse en personaje incluso e iba llamando la atención ya de antemano cuando esa misma mañana, lo reconozco, sentí vergüenza, SÍ, vergüenza, yo, que jamás he tenido problemas para hacer el ridículo.
Y una vez en la fiesta, ser el centro de atención... realmente algo que pensé que iba a resultarme incómodo, me pareció de lo más gratificante!Hasta ganar el concurso por el mejor disfraz hizo que en vez de inhibirme sobre un escenario por estar vestida con cartón forrado, asumiera el papel de caballero defensor de la diosa Athena. Lo más cercano a ser una estrella de Hollywood?? jaja, sí, quizás exagero.
Ese mismísimo día en el que fui carente de toda expectativa ya que el humor y el levante no tienden a separar sus líneas divisorias (y menos en Bahía Blanca), tuve un cierto éxito.
Volví a Punta Alta esa misma noche feliz, en el auto de Román, con Eugenia y Luciana.
Hoy, retomando muchas de estas cosas consideré lo siguiente:
Nos disfrazamos todos, fue un disfraz grupal, en el que nos ayudamos mutuamente, por el que nos aguantamos también mutuamente, por el que nos apoyamos mutuamente, con el que compartimos todos esta experiencia y que, sin duda, si sólo uno se hubiera disfrazado, estoy segura que hubiera pasado inadvertido.
Y también que:
Los Caballeros del Zodíaco, a pesar de que fue una elección casi al azar y porque cuadraba con un grupo de gente de nuestras características, tiene un trasfondo simbólico. Todos pelean y tiran para el mismo lado. Todos entienden sus limitaciones y caen una y mil veces pero no se dan por vencidos. Todos están unidos para bien o mal. Todos son leales entre sí.
Quizás suene a una estupidez, pero los valores que destaco de los Santos de Atena, son los mismos valores que hacen a un grupo unido, fuerte y duradero.
Al final de la noche, a pesar de que tenía a alguien con un fernet en la mano esperándome, sólo quise estar con mis caballeros para compartir la fama y el resto de la noche, saborear la bien merecida victoria por nuestros trajes y reírnos a más no poder de nosotros mismos. No necesité nada más... no necesito nada más. Yo era una sola pero era parte de "un algo más". Ayer volví a ser Irene, pero el caballero Andrómeda ya no se irá de mí.

sábado, 9 de octubre de 2010

LAS CIUDADES Y EL NOMBRE. 5

Irene es la ciudad que se asoma al borde del altiplano a la hora en que las luces se encienden y en el aire límpido se ve allá en el fondo la rosa del poblado: donde es más densa de ventanas, donde ralea en senderos apenas iluminados, donde amontona sombras de jardines, y levanta torres con luces de señales; y si la noche es brumosa, un esfumado claror se hincha como una esponja lechosa al pie de las caletas.
Los viajeros del altiplano, los pastores con los rebaños trashumantes, los pajareros que vigilan sus redes, los ermitaños que recogen raíces, todos miran hacia abajo y hablan de Irene. El viento trae a veces una música de bombos y trompetas, el chisporroteo de los disparos en las luces de una fiesta; a veces el desgranar de la metralla, la explosión de un polvorín en el cielo amarillo de los fuegos encendidos por la guerra civil. Los que miran desde arriba hacen conjeturas acerca de lo que está sucediendo en la ciudad, se preguntan si estaría bien o mal encontrarse en Irene esa
noche. No es que tengan intención de ir --y de todos modos los caminos que bajan al valle son malos-- pero Irene imanta miradas y pensamientos del que esta allá en lo alto.
Llegado a este punto Kublai Kan espera que Marco hable de una Irene como se ve desde adentro. Y Marco no puede hacerlo: qué es la ciudad que los del altiplano llaman Irene, no ha conseguido saberlo; por lo demás poco importa: si se la viera estando en medio sería otra ciudad; Irene es un nombre de ciudad de lejos, y si uno se acerca, cambia.
La ciudad, para el que pasa sin entrar, es una, y otra para el que está preso de ella y no sale; una es la ciudad a la que se llega la primera vez, otra la que se deja para no volver; cada una merece un nombre diferente; quizá de Irene he hablado ya bajo otros nombres; quizá no he hablado sino de Irene.

Las ciudades invisibles. Ítalo Calvino