martes, 27 de julio de 2010

Caja de hierro; exilio.

De un tiempo a esta parte las canciones ya no tienen más sentido, ya no me hablan. Una foto es una foto, una carta es un papel escrito, un cuadro perdió toda su profundidad.
Las cosas me parecen tal como son y priorizo la funcionalidad a otras cualidades.
El tiempo lo paso pensando en cómo hacer más plata, no lo pierdo más escribiendo poesías o leyéndolas.
Prefiero invertir mis sábados a la tarde pegándole patadas a una bolsa de gomaespuma antes que salir a dar una vuelta por ahí o a visitar amigos.
Me olvidé de todo aquello que se relacionaba con la sensibilidad y la ternura, me he vuelto irónica, cínica y distante.
Cuando algún sentimiento se vuelve lo suficientemente fuerte como para causarme preocupación busco cosas para hacer desesperadamente ya que perdí la habilidad de lidiar con ellos.
No lloro tanto, como mucho, me encargo de mí, pero sobre todo, me preocupo por mantener ordenada, limpia y controlada la pequeña caja de hierro donde vivo encerrada.

lunes, 26 de julio de 2010

Éstos, los otros y los demases. Baches generacionales, el ademán, la pucha y la gran flauta.

El haber sido criada por personas mayoers implicó en mi vida una amplia serie de configuraciones distintas a las de mis congéneres. Lavarse la cabeza con jabón y no usar jean representaban algo de lo más normal para mí ante la sorpresa de foráneos. El hecho de que yo empleara palabras tales como ademanes y raciocinio convertían mis conversaicones en jergas inentendibles para chicos de 12 ó 14 años. Esta modalidad de vida provocó que yo pudiera mantener conversaciones semi-adultas con adultos al tiempo que se me hacía muy difícil comportarme enteramente como una persona de mi edad. El hecho de haber sido hija única sólo empeoró la situación.
Al comienzo de la primaria, el hecho de que los libros me entusiasmaran en grado sumo comenzó a marcar una separación incipiente de este mundo de personas grandes. Y cuando mi fascinación por el mundo greco-latino fue incontenible a los 11 años, no hubo más retorno. En ese momento empecé a hablar otro lenguaje distinto al de los adultos pero que seguía estando desacorde con mi edad. Fue por esto que a los 12 años yo me encontraba rodeada de gente pero completamente sola.
La inmersión en el mundo literario me provocó un desencanto tal del mundo adulto que comencé a buscar alternativas. Intenté adaptarme, con distintos grados de acierto, a ciertas pautas sociales de la adolescencia y a relacionarme en la medida de lo posible con alguien (alguien... alguien... ¡alguien tenía que haber del otro lado!). Mi mejor amiga por esa época (y que aún lo es) fue mi primer puente que zanjó algunas distancias y abismos. Sin embargo, jamás me encontré del otro lado. Estuve y estoy en un NO lugar; una zona gris en la que no se pertenece completamente a ningún grupo.
A partir de estas nuevas latitudes, la brecha con el mundo adulto fue un océano y poco a poco me rehusé a seguir manteniendo diálogos con él. Ya hablábamos idiomas distintos, el esfuerzo sería por demás, vano.
El día de ayer entré por primera vez después de muchos años a la casa de mi nona y como era de esperarse me pareció absolutamente diminuta. Siempre fue una especie de lugar emblemático de las reuniones familiares de la numerosa progenie hasta el año '92. Luego de la muerte de mi tío Heraldo a principios de este mes, quedó vacía, "saqueada" de recuerdos, más bien, en la repartija de los muebles y enseres varios. Mi tío no se casó nunca y siguió viviendo ahí incluso luego del fallecimiento de su madre, en una de las soledades más asquerosas y mezquinas. Su separación de la familia fue de voluntad propia y a fuerza de peleas. Llevaba tres días muerto cuando mi papá lo encontró. No dejo de preguntarme cómo fue posible que viviera alguien tan lleno de soledad, odio, rencor y veneno durante tanto tiempo. Escarbando siempre recuerdo una conversación que mantuve con él en la época en la que yo todavía comprendía el lenguaje adulto (debo haber hablado con él un total de 10 veces en toda mi vida). Con el tiempo se me desdibujó el lugar, la fecha, la situación pero retuve, en cambio, vehementemente, el deseo de mi tío por haber estudiado inglés. Baches como estos me dejan pensando confusamente en las posibilidades y oportunidades perdidas y/o desperdiciadas. En ese deseo casi infantil de querer aunar el mundo adulto con mi mundo particular y extraño. En esa voluntad de superación opacada por hábitos y backgrounds anquilosados y con una fecha de vencimiento expirada en el '92, como la lata de café sin abrir que encontramos en la casa. Mientras tanto, miro con frustración la distancia constantemente creciente entre mis mundos y temo que éste se trague a mi hermano estando yo demasiado lejos para poder rescatarlo.