domingo, 25 de abril de 2010

Mi yo-mundo

Es la primera vez que no amo a nadie
más que a mí misma,
que mi muro gira alrededor mío; egocéntrica.
Que me respeto antes a mí
que a los demás
y que me siento orgullosa
de lo que soy.
Yo soy suficiente para mí
y ya no busco mi justificación
en nadie.
Quien me quiera, deberá
aceptarme, así como soy
y desde mi lugar único e irrepetible.
Y no es egolatría
y lejos estoy de cualquier perfección...
es sólo que es la primera vez
que me miro al espejo y digo
es lo que hay
y lo que hay
me es enteramente suficiente
y satisfactorio.

lunes, 19 de abril de 2010

Where the heart is...

A un año de haber emprendido este camino, miro atrás y me sorprende todo lo que tuve que pasar (y todo lo que todavía estoy sufriendo) para que esto haya sido posible. Desde la falta de gas hasta la falta de trabajo, pasando por dos compañeras, un robo y unos cuantos etcéteras creo que si aún sigo de pie es porque algo estuve haciendo bien.
Todavía falta mucho para una estabilidad permanente pero mientras tanto, si se tiene la certeza de que llegará, quizás hasta exista la posibilidad de disfrutar del camino por más baches que tenga.






Pd: A un año de haberme mudado y a dos años de la creación de este blog... creo que abril ha sido un mes de cambios últimamente.

miércoles, 14 de abril de 2010

Bahía bici non apta (anexo)

Y una cosa más por la que esta ciudad del orto odia al ciclista... los robos y el mercado negro de la bicicleta. ¿Por qué no le robarán a la gente de Palihue yo me pregunto?

Entrada dedicada a Vale y a su fatídico martes 13.

viernes, 9 de abril de 2010

Mensaje entre líneas

No lo que se dice,
sino lo que se implica
lo que se sugiere
lo que se da a entender
lo que está implícito
lo que se piensa
lo que se sobreentiende
lo que se alude
lo que se menciona indirectamente
lo que está entre líneas.
No lo que se dice,
sino lo que NO se dice.

jueves, 1 de abril de 2010

Bahía, bici non apta...

Es así, la vida del obrero es así.
Aún peor, la vida del estudiante que trabaja y debe estar en dos lugares al mismo tiempo. Haciendo gala de mi omnipresencia recién estrenada en el mes de marzo, introdúzcoles el vehículo que me permite tal proeza; mi bicicleta (o biciteta, como a veces la denomino cariñosamente).
El año pasado la importé desde la ciudad de Punta Alta para poder trasladarme a mi trabajo en la inmobiliaria... que no duró mucho. Inmediatamente oí comentarios como "Sos una suicida" "Adiós, adiós, me gustó mucho ser tu amigo", etc. Perfecto, lo admití y tomé consciencia que andar por las calles de Bahía Blanca en bicicleta (y más para una puntaltense) sería un riesgo. Pero verdaderamente no supe bien en lo que me metía hasta después de hacer el viajecito inaugural.
El primer día que entré a pedalear, cuando doblé en una esquina, un auto se me cerró contra el cordón y si yo no frenaba, me la ponía... mal. Tal fue el cagaso que recién me di cuenta una cuadra después de qué es lo que había sucedido y lo puteé... claro, al pedo, totalmente, y bajo el riesgo de que me tragara algo de frente ya que me dí vuelta en mi asiento para enfatizar el insulto.
Más allá del tránsito caótico, sobre el cual volveré más adelante, quiero analizar el problema de la ciudad en sí en relación a este medio de transporte. Primero y antes que nada, Bahía Blanca es intrínsecamente hostil a los ciclistas por su clima altamente ventoso. Si lo combinamos con una ida al Palihue o al Patagonia... bueno, creo que es necesario aclarar para los que no conocen la topografía de la zona: esos barrios están aislados del resto de nosotros, pobres mortales trabajadores, estudiantes y mendigos, por una pronunciada loma. Y como venía diciendo; viento en contra + subida= hígado afuera. El puto viento es tan fuerte y tan cotidiano que se constituye en el enemigo número uno de los peinados, los árboles enclenques y los ciclistas. En adición a eso, consideremos que las torres donde vivo se caracterizan por pronunciar este efecto climático. Nada agradable por cierto, fuera de la bicicleta, ya que en mi depto todo está a medio sostener y la ventolina nos deja pensando seriamente si algún día no terminaremos con una mano adelante y la otra atrás mientras el pobre que pasaba por abajo, yace muerto debajo de una pila de vidrios cortados y marcos rotos.
Y hablando del hermoso sector que me tocó en suerte para tener una vivienda, adjunto además, que de las tres torres, la del medio, o sea, la mía, es la única que NO TIENE RAMPA, que el ascensor por el cual tenemos que subir o bajar el armatoste (últimamente vengo fantaseando con la idea de una bicicleta plegable) anda como el reverendo ojete y te para 20, a veces 30 cm más abajo de la puerta por lo que hay que hacer un esfuerzo extra y un malabar más para meter o sacar el móvil y que, ya de por sí, estos subibajas del demonio, son lo suficientemente estrechos como para entrar apenas por lo que uno debe ir ensardinado y con el manubrio clavado en... el cuello o la cara.
La tercer razón de la inadaptabilidad de la urbe a los vehículos de dos ruedas con tracción a fuerza humana es la destrucción casi completa de todas las calles. Entre los baches y los autos uno ya no se decide a quién esquivar, para dónde mirar y cuál de las dos muertes puede ser menos dolorosa; o bien tragada por una de esas fisuras que parecieran provocadas por algún desastre natural pero que en realidad son producto de un pésimo mantenimiento comunal, o bien estrellada por el conductor al cual le chupa todo tres carajos... ya que es bahiense y eso, de por sí, entraña una profunda carencia de valores, consideración e inteligencia.
Entre este cúmulo de razones, a mí sola se me ocurre tener que estar a las 16hs en el trabajo, siendo que a ese horario salgo de cursar en la otra punta de la ciudad (y tampoco se puede confiar en el servicio de transporte público por sobradas razones que no me veo en la necesidad de andar exponiendo considerando la comprensión del lector). Es entonces que se desata una carrera contra el tiempo, los autos, los baches y... los semáforos, gran enemigo de los ciclistas. Y cada vez que paso uno en amarillo/rojo o como esté, estoy paranoica. Y si Sábato bien diría "pensé que se trataba de cieguitos", yo, en cambio, a cada infracción rezo "pensé que se trataba de zorritos" y me paranoiqueo buscando a los agentes de chaleco fosforescente que me vendrán a hacer la multa, por lo que, a esas alturas, no sé si ver al piso, a los costados o a los uniformados.
A todo esto, cuando fui a poner appunto la bici, luego de una larga temporada sin usarla, se me terminó de romper el freno izquierdo... así que ando con posibilidades disminuídas de detenerme. Y si bien es cierto que cada vez que salgo a la calle o vuelvo del trabajo a las 8 de la noche sin luces, sin casco y me reprocho constantemente "soy un peligro", ayer viernes, me vine llevando a mi compañera de trabajo en el portaequipaje. Sudé frío... muy frío, en especial al pasar la avenida Colón. Todo esto me deja pensando que tengo un ángel aparte, pero que quizás algún día lo mate del disgusto. Reconozco que el tránsito también es mí responsabilidad y por más cuidadosa que intento ser también me mando mis mocos. Esto debería ser un diálogo o un intercambio, un quid pro quo, entre ciclistas, motonetistas, autopistas, autopartes, autoandantes, autódromos, gobierno municipal y bahienses en general. Sobre mediados del año pasado, una camioneta atropeyó a una chica en bicicleta; justo yo pasaba por enfrente del lugar y ví la bici debajo de las ruedas. Puede que nunca me pase o puede que sea sólo cuestión de tiempo. Pero en esta Argentina en la que se maneja cada vez peor, debiera hacerse un esfuerzo para que esos desagradables accidentes sean sólo cuestión del destino y no de la imprudencia.